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BLINDAR LAS FRONTERAS ANTES DE QUE LA MAREA CONTAMINANTE HAGA SU IRRUPCIÓN


Los humanos, en lugar de mancomunar esfuerzos para mejorar el planeta cloacal en el que vivimos, buscar lazos de entendimiento y la convivencia armónica, destruimos puentes y caminos, pero erigimos muros (como no me gustan los eufemismos les llamaré barricadas), rejas, alambres de púa, dieciocho centinelas y cable de alta tensión para separar clases sociales, países, etnias. La consigna es que los más favorecidos vivan en su burbuja y mantengan alejados a los más desposeídos. De esa manera los ricos estarán “desparasitados” y lejos de la contaminación del mundo carenciado.


¿Dónde empieza todo? Desde la más tierna infancia, por supuesto. Ya de chicos aprendemos a segregar, y los gobiernos, en lugar de enmendar este grueso error, apadrinan los abismos sociales. El mejor ejemplo es la escuela privada: los padres que cuentan con dinero podrán brindar una “mejor” educación a sus hijos, y los que no cuentan con los recursos, no les quedará otra alternativa que mandar a sus hijos a la escuela pública -concepto devenido en mala palabra-. Pero, Finlandia nos enseña que sí se puede. La educación es una de las piedras angulares del bienestar social de aquel país, pues posee un sistema educativo que ofrece las mismas oportunidades de educación para todos.


El otro asunto medular en nuestras convulsionadas sociedades es la salud: si tienes medios económicos tienes posibilidad de salvarte, si tienes que acudir a la salud pública, “estás muerto”. Siempre dije que el ejemplo lo tendrían que dar estadistas, parlamentarios y ministros: una vez que acceden a sus cargos públicos, ellos, sus cónyuges e hijos deberían pasarse a la salud e instrucción públicas. Debería ser ley. ¿No es ridículo que un presidente latinoamericano viaje a los Estados Unidos para someterse a una intervención quirúrgica? Los países nórdicos también nos enseñan que la salud también es cuestión de Estado.



La grieta social existente en Latinoamérica llegó para quedarse y hoy los barrios privados pasaron a ser una necesidad. En la mayoría de las ciudades de nuestro continente, para que una visita pueda entrar a un edificio o un barrio acaudalado se deben presentar credenciales, y el guardia de seguridad tiene la obligación de llamar al dueño de casa para que dé el visto bueno o rechace la visita. Atrás quedaron los secretos de alcoba, los amoríos impúdicos y la adrenalina de lo prohibido.


https://ingenieriayeficiencia.com/seguridad-en-barrios-cerrados/


Yo tengo una óptica un tanto diferente del mal llamado racismo. Hasta me atrevo a echar a la palestra de que el racismo no existe; lo que existe es la aporofobia. Todos los habitantes de la primera economía del mundo aman sin restricciones a Morgan Freeman, a Denzel Washington, a Serena Williams, A Muhammad Alí y a Michael Jordan. Hasta me atrevería a decir que son símbolos nacionales. La pregunta se impone sola: ¿cómo pueden ser venerados si son igual de negros como el malogrado George Floyd -que fue ultimado por el caucásico policía blanco en la ciudad de Minneapolis (Minnesota)-. La respuesta es simple: el único valor que mueve a las sociedades es el dinero, el "éxito"; no cuenta otra cosa. Se ha estereotipado desde tiempos inmemoriales que el blanco es rico, bueno y sano, mientras que el negro, pobre malo y enfermo. Lamentablemente, en todos mis escritos tiene que aparecer la frase más peligrosa en la historia de la humanidad: "toda la vida lo hemos hecho así".



Me pongo en la piel de los venezolanos que durante cinco décadas recibieron con los brazos abiertos a miles de latinoamericanos necesitados de pan y trabajo y cuando se da vuelta la tortilla, los encuentra por los lugares más remotos de la América Latina revisando basureros para escoger el mismo pan que los inmigrantes encontraron en su tierra; la única diferencia radica en que aquel era tostado con mermelada; el de hoy es enmohecido con un tinte verde.




https://www.telemundo31.com/noticias/texas/hascon-alambres-de-puas-texas-se-prepara-para-frenar-ola-de-migrantes-en-la-frontera/2200997/?fbclid=IwAR3PFbAhxDWz6EoowqihLEdvGQYEMc_Semgk5NdIEpSo7OK_BCDELGprzZs


Ahora los Estados Unidos en su afán de evitar que la “peste” latinoamericana contamine su pulcro suelo comenzaron a blindar sus fronteras. Es más, si en el hipotético caso que algún ciudadano del mundo burlara la inexpugnable frontera y se filtrara dentro de la gran nación del Norte, los soplones y la chusma obtendrán unas buenas recompensas si aportan datos de “indeseables” escondidos. Si lo que propone el Estado de Texas se hiciera realidad, se corre el riesgo de canibalismo moderno: muchos latinos comerán gracias a la delación de sus paisanos.


Mientras Biden y Putin coquetean con la guerra, los caminos de la conciliación podrán empezar a ajustarse a un mundo maravilloso -hoy privativo para Disney y sus princesas- en los platos de los niños. Educando a estos -pues sus mayores tienen el “disco duro” fuera de uso- a que es necesario establecer un nuevo orden culinario mundial, en el que se deje de lado la sangre y la opresión, la realidad de este planeta pasará de la aridez a un vergel.


Alejandro Goldstein




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